Llámalo como quieras. Yo no me atrevo a darle nombre, sería
encerrar un sentimiento entre letras. Es mucho más que cualquier palabra. Es
con lo que me levanto cada día. Es el té con menta a media mañana. Que me
enseñes lo que ahora sólo puedo imaginar. Lo que me queda por descubrir. Conocerte
tan bien que pueda predecir cada movimiento. Que cierre los ojos y aparezcas
bailando. Y contigo, una sonrisa inevitable. Que captes una palabra, un detalle
entre tantos gestos sin valor y me lo devuelvas. Que sin darme cuenta me hayas
colocado este marcapasos acelerado en el pecho.
Con dos palabras calmas el remolino mental. El mismo que
provocas.
No puede ser necesario algo sin lo cual he sobrevivido tanto
tiempo. Y sin embargo, así lo siento, como una dosis de seguridad en las venas,
o una calada de plenitud. Quizás debería
pensarme tu inocuidad, pues cada vez más necesito liarte, sentirte entre mis
labios, prenderte y volverte a fumar.
Que me des otro aliento de complicidad. O el capricho de ser
feliz.
Llámalo como quieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario