domingo, 19 de febrero de 2012

Muerte.

Las horas muertas mueren sin ganas. Se aburren de esperar la caída del grandioso emperador de nada, el Tiempo. Que se comen las uñas, los dedos. Cenizas de ayer son mis recuerdos. Otra vuelta al minutero, otra vida pasada, perdida, llorada. Otra vida sin llamas, sin alas. Otra rima consentida. Otro verso sin sentido, en un poema... que se apaga.
¡Qué encienda la luz del alba! esta noche no es ni noche. Hay rasguños de tiempo llorando, desgarrados y violados entre las sábanas, heladas. Sólo se sienten los leves latidos abochornados del reloj y ya huele a putrefacto el despertar. Por no decir, que no debo, que huele a muerte de madrugada. No me despiertes mañana. 

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