sábado, 23 de noviembre de 2019

Granada

En el número 4, de la Chana al Zaidín con parada para un vino en el barrio de la Caleta.
Por la puerta de Elvira el otoño me tendió una alfombra de hojas secas de colores.
Tan beata y tan morisca, tan alegre y tan libre por derecho. Tan orgullosa de tu tierra y de tu Sierra, atenta siempre de sus picos, Veleta y Mulhacén, por si amanece Nevada.

Tu impaciencia y tu pasión me contagiaron. Y no me olvido del naufragio de sentimientos cuando me enseñaste a navegar. Prohibido mirar el mapa, prohibido seguir las normas. La única ley vigente es dejarse llevar.

Ni así me olvido de tu olor a churros con chocolate y a pasteles recién hechos por la Acera del Darro, ni el de la piel curtida en el mercado de la Alcaicería.

A punto estuviste de pensar que me iba a marchar de tus calles sin escribir de tus murallas. Murallas que lejos de separar, nos unieron y me arroparon.

Volveré, Granada, a dejar que me pierdan las revueltas empedradas de tu Albayzín.




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