lunes, 20 de febrero de 2012

Ingenua

Para otra vez, aprenderé a mentir.
Reconozco que si no estamos ya volando y seguimos dando tumbos en el suelo es por mi culpa. Tengo el ala rota. Y tú no me escuchabas cuando te lo advertía. Solo desplegabas ante mí tu entusiasmo por despegar. Y tú no me creías, por que, al principio, todos mienten. Yo no. No me gustan las mentiras, como tu promesa de que todo será sencillo. -Sólo déjate llevar- dices, pero nunca me das la mano.  
Para otra vez, aprenderé a mentir. A ver si así desconfías y me “echas un ala”, o me prestas tus plumas. O a ver si así desconfío y me doy cuenta de que, en realidad, no quieres volar conmigo.

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