Te doy horas de sonrisas, agujetas de carrillos. Te perforo
los hoyuelos. Dame tus días. Te los cambio por momentos, que no valen nada para
nadie y lo serán todo para ti. Puedo convertir el tic abrumador del reloj en el
tacto delicado de tu piel sobre las yemas de mis dedos. Sé inventarme cuentos y
narrarlos por escrito en el dorso de tu dorso si me dejas.
Puedo escucharte o desquiciarte.
Puedo amanecer a mil kilómetros de ti si es eso lo que
quieres, si es lo que me pides. Soy el dulce que no amarga. Soy el tiempo que
quieras quedarte antes de despertar.
Y podría encenderte en mil sentimientos más, como el dolor
que no sabrías apagar si te faltase mi aliento.
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