Confieso que aun no entiendo, pero empiezo a comprender. Me
gustaría entrar de puntillas de nuevo en aquel otoño, como si no hubieran
pasado ya mil emociones distintas desde la primera sonrisa. Quisiera que me
dejases volver a empezar y quiero pedirte disculpas por no entender tus miradas y
todo lo que me querían decir. Por no
saber escuchar lo que expresaba el trasfondo de tus palabras y ser tan
analfabeta de no saber leer el deseo de tus labios por los míos. Por ser tan
cobarde de huir de unos ojos que no se callan nada y me hacen temblar. Y quiero, si no es mucho pedir, que me quites
los miedos que sabes que tengo y que en parte son por ti. Sabes –y si no lo
sabes te lo cuento- lo mucho que me cuesta, si no es por escrito, decir lo que
pienso.
Se me ha hecho tarde, y por mucho que ponga el corazón en
hora no podré recuperar los latidos perdidos. Sin embargo, quizás valga la pena
intentarlo.
He estado estudiando tu idioma y, aunque aún no lo domino,
sé que será más fácil y menos doloroso hablar por pestañeos, que dar palos de
ciego.
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