Desde que los relojes son ladrones de tiempo, en lugar de darte la hora te quitan el aliento cortándote la vida en cachitos pequeños.
Desde que el correo ni corre ni vuela, es tan inmediato que no me da tiempo a pensar lo que quiero pensarte y ya sabes lo mucho que te quiero antes de que pueda yo saberlo.
Desde que mis manos perdieron todos sus dedos menos dos, con los pulgares tartamudeo y en morse nos comunicamos con dos morsas inseparables como prolongación de mi cuerpo.
Desde que el corazón se descarga siempre me olvido el cargador en la nevera y cada latido me aleja un megabyte más de ti. Me grita, cansino e incansable que quiere enchufarse una y otra y otra vez.
Desde que el microondas nos enseña a pensar, cada vez dudo más y siento menos. Te veo más y te siento menos. Y me creo menos de lo que veo.
Desde que cambiamos las miradas por palabras mutiladas y los guiños por emoticonos, los párpados se caen y las lenguas no se buscan ni se hablan. El brillo de los ojos ya no conoce la luz, las persianas están siempre echadas, por que las ventanas del alma son ahora pantallas con luz azul antifatiga.
No sé si se me cortocircuita el corazón o tendría que hacer caso a mi smartphone y actualizar mi firmware de nuevo a la última versión.
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