Primero te he ignorado. Te he escuchado y te he odiado. Me
he atrevido y te he atacado. De nuevo te he escuchado y, esta vez, me has
embaucado. Te he perseguido y te he encontrado mirándome sin verme, tocando sin sentirme.
A tus ojos verdes soy aire. A tus sentidos silencio. No existo más
allá de tu piel, más allá de tu canoso cabello.
He escalado por tu voz y temblado
en tus cuerdas vocales. Me he aventurado a través de tus oídos, haciéndome
camino atravesando cavernas de hueso que has ido dejando abiertas. He buscado
ahí dentro, en tu cabeza. He encontrado bibliotecas con techo a cielos de
misterios, montañas de historias con final genial, suelos de cemento esculpidos
con saber, jardines en desiertos de papel. He encontrado de todo, kilómetros de selva habitados por políglotas animales, bestias de fuego. Incluso me topé con los dragones que
protegen la mente de la humanidad.
Pero, rendida, perdida sin mapa después de tanto caminar por
los surcos cerebrales, encontré tan solo la invitación a salir de tu cabeza,
sin conseguir lo que buscaba:
Allí había de todo menos un hueco para mí.
Hoy te vuelvo a ver y tú aun preguntas mi nombre.