domingo, 3 de marzo de 2013

No se pierde a quien no se olvida.

Manos que suplican con caricias miles de "notevayas" y "nomedejes".
Manos que aprisionan, abrazando las mías.
Manos de fuego, manos que temen perderse de mis manos.
Manos que lloran y que duelen.
                                                   Silentes.

Son las mismas que algún día volaron del nido de otras manos.
Y que arden con tal fuerza que atraviesan los siglos y abrasan las mías.

Que sienten tan fuerte que aun las siento.

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