jueves, 12 de abril de 2012

Sal

Un poquito de desilusión en este plato de nada a rebosar. Como un pellizco de sal. Como otra cucharadita de azúcar al café. Innecesario. Como el aliño excesivo en la ensalada. Como los cristales que centellean en tu retina. Mágicos, sí. Pero prescindibles. 
Como tú. Sal a mi vida. Aditivo. Adictivo y dañino. Sal de mi vida.
Y un poquito de desilusión. Pero sólo un poco, que si no sabe demasiado a mi piel sin tu piel. Regusto de horas pasadas. Horas que acaban esparramadas por el mantel cuando la velada se despide sin probar los labios, que se han quedado fríos.

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