Pero nadie escucha.
Más fuerte.
Pero no te oyes.
Notas el eco y la vibración.
Notas un tambor en tu interior de tonos ritmicos, de sonidos ahogados de los que solo queda un retumbar profundo que choca contra el esternón.
Y fuera todo parece tranquilo,
pero el eco por dentro aprieta cada día más fuerte el nudo de la garganta.
Se desgarra la caja torácica y sangran cortinas de gota a gota.
Por fuera los ojos escupen un brillo de aire que la vela apaga.
Las cuencas se llenan de vacíos que rasgan la voz y nadie escucha los pasos del gigante en la habitación.
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