Eras un mago; ahora sólo un recuerdo con un pitillo entre
los dientes.
Diseñabas cada momento para hacerlo perfecto, sublime.
Te
deleitabas en cada palabra, en cada movimiento.
Fuego en la mirada, destellos
de tus dedos en cada roce con el mundo.
La sensualidad era en ti algo natural.
Desvestías los silencios de su dureza, los desnudabas por completo y los
cubrías de encanto.
Eras consciente de tu fuerza de atracción.
Sin embargo,
presentía lo que iba a ocurrir: el truco final de tu demostración, una cortina
de humo, sin despedidas, sólo un beso de aire gris. Así desapareciste. Bocanada
fría, densa, impenetrable, incomprensible, como el humo del tabaco que escapa
de tus labios. Igual se esfumaron ellos ante mí, con un regusto amargo difícil
de borrar.
Quizás esta historia no merezca estas palabras, pero estas palabras
no son para ti.