Veinte años alumbrando los pasos con la luz de hogueras de
recuerdos. Vivir para prender.
No buscar motivos por el miedo a encontrar el infinito bajo
los pies. Vértigo. Abismo. Vacíos llenos de nada. Desperdicios. Y en caída
libre, los ojos al suelo.
Despertar en otra oportunidad. No pedir agujas al tiempo.
Caminar por el vacío como si tuviera sentido, por el camino de baldosas como
babosas que tiemblan a cada soplo de conciencia. No dudar. No pensar.
Tambalearse por la cuerda floja de que está hecha la
cordura. Y mirar hacia abajo cuando quieras volver a caer en brazos de la locura.