jueves, 24 de agosto de 2017

Un café, por favor

Los ojos acechan tras las esquinas, llenos de ignorante maldad. Escuchan las paredes tiesas y blancas, tan inocentes, tan vulnerables y silenciosas.
Entre el asfalto crecen las hierbas que no son tan malas como las cuentan y esperan no ser arrancadas tampoco mañana. 
Dicen, y dicen, y dicen, y no dicen nada las gentes que pasan y pasan, y nunca llegan. Y aquellos que saben y callan, aquellos que tiemblan y avanzan son los que un día escribirán la verdad. Pero dime, Agosto, ¿qué te debo? y dime, ¿qué ha pasado? ¿Cuántas horas muertas crees que caerán esta vez? Duermen a los ojos de los niños que esperan el despertar ansioso de otro día. Para mi yacen ya sin retorno. Serán fusiladas al alba y caerán deshojadas bajo la fría mirada de otro tonto otoño. 

Pero no pasa nada, me sentaré mirando hacia la calle mientras me sirves el café. Ya sabes, como siempre: amargo y delicioso.