Te veo en carne y hueso, después de tantos años
inventándote. Te veo y me doy cuenta en un segundo: eres la prueba irrefutable
de lo inexistente. Quise creer que fuimos algo tan grande en un universo tan
pequeño. Nos amamos en un espacio virtual, sólo veraz en la imaginación,
desmentido ahora por la memoria.
De aquello que nunca ocurrió en una noche
invisible, esbocé con caricias al aire una historia que olvidé antes del
amanecer.
Ahora te veo en carne y hueso.
Te veo esquivando mi mirada y
me convences de lo incierto.
Te compré encantamiento y resultó vulgaridad.