viernes, 20 de junio de 2014

Prohibido.

No vale asustarse, agacharse ni temblar. Las esquinas resguardadas están prohibidas, reservadas para los cobardes. Hay que desgarrar las cuerdas con los dientes. Hay que deshacerse para volverse a construir. Y, a veces, también llorar para derretir el cemento que no nos deja movernos; hacernos grandes; levantarnos sobre nuestros propios pies.


Luchamos por desnudarnos y encontrarnos.
Buscamos el fin de las combinaciones de palabras aun sabiendo que son eternas, como nosotros. Pero sin ellas somos fugaces y morimos.
Despreciamos los silencios como si no importaran nada. Derrochamos el aire y no vemos las llamaradas que arden en las mentes de hojarasca, pero nos ofende la humareda.
Seguimos el rastro de los sabuesos que no entienden del saber, que siguen solo a su instinto.
Andamos a tientas, de aquí para allá, avanzamos dando tumbos. Y cuando tropezamos y caemos levantamos la vista y nos paramos a mirar. Vemos el mundo mirarnos y vemos, al fin, el mundo como es.
 
Está permitido caer, pero no vale asustarse, agacharse ni temblar. Enrollar con un cordón al mundo y, cual peonza, hacerlo girar.