viernes, 31 de agosto de 2012

El agua de la rivera.

Cierras los ojos y trotas aun más rápido, pero tranquilo, sereno. Eres la serenidad del río por el que bajas cabalgando. Veo tu reflejo en mis manos, en el cuenco de agua clara que formo con ellas. Aun te siento entre mis dedos. Y entre mis dientes, que muerden tus fantasmas. Y te veo cuando te marchas sin decir nada, sólo un guiño incierto que remueve las aguas y me hace estremecer.
Un día cerrarás los ojos para no verme marchar, pues yo seré la calma del río que se aleja.